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Libro de Habacuc

Habakkuk

Datos básicos
Autor Habacuc
Fecha Siglo VII a. C.
Idioma Hebreo
Abreviatura Hab.
Números
Capítulos 3
Versículos 56
Nombre
Más datos
Testamento Antiguo Testamento
Sección Proféticos
'Número de libro 8

El Libro de Habacuc es un libro del Tanaj y del Antiguo Testamento y se sitúa octavo en una sección conocida como los 12 profetas menores de los textosmasorético y griego. En el listado masorético, sigue a Nahúm y precede a Sofonías, que son considerados como sus contemporáneos. Es atribuido al profeta Habacuc, y fue compuesto probablemente a finales del siglo VII a. C.

Autor[]

Se cree generalmente que el profeta Habacuc escribió su libro entre mediados y finales del siglo VII a. C., no mucho tiempo antes del asedio de los babilonios y la captura de Jerusalén.

Habacuc se identifica a sí mismo como un profeta en el primer versículo. Debido a la naturaleza litúrgica del libro de Habacuc, existen algunos estudiosos que piensan que el autor pudo haber sido un profeta del Templo. Los profetas del Templo se describen en 1 Crónicas 25:1 como usando las liras, arpas y címbalos. Algunos piensan que se hace eco de esto en Habacuc 3:19b, y que Habacuc pudo haber sido un levita y cantor en el Templo.

No hay información biográfica sobre el profeta Habacuc; de hecho, se sabe menos acerca de él que de cualquier otro escritor de la Biblia. La única información canónica que existe proviene del libro que lleva su nombre. Su nombre proviene ya sea de la palabra hebrea "javak" que significa "abrazar" o bien de una palabra acadia hambakûku, usada para describir un tipo de planta. Aunque su nombre no aparece en ninguna otra parte de la Biblia judía, la tradición rabínica sostiene que Habacuc era el hijo de la mujer sunamita, que fue devuelto a la vida por Eliseo en 2 Reyes 4:16.

El profeta Habacuc también es mencionado en el relato de Bel y el Dragón, que forma parte de las adiciones deuterocanónicas a Daniel en una sección al final de ese libro. En el sobrescrito de la versión en griego antiguo, Habacuc es llamado hijo de Josué, de la tribu de Leví. En este libro Habacuc es llevado por un ángel a Babilonia para proporcionar a Daniel algo de comida mientras está en el foso de los leones.[1]

En esta ausencia de tradición auténtica, la leyenda, no sólo judía sino también cristiana, ha estado singularmente ocupada con el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciente a la tribu de Leví y como el hijo de un cierto Jesús; como el hijo de la mujer sunamita, a quien Eliseo volvió a la vida; como el centinela puesto por Isaías (cf. Is. 21, 6 y Hab. 2, 1) para observar la caída de Babilonia.

De acuerdo a las "Vidas" de los profetas, una de los cuales es atribuida a San Epifanio, y la otra a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de Judá. En las mismas obras se indica que cuando Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki) en la costa egipcia, de dónde regresó sólo después que los caldeos se habían retirado; entonces vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de restauración de Ciro (538 a. C.).

También se mencionan varios lugares como el de su entierro. Hoy día no se puede determinar la cantidad exacta de información positiva que contienen estas leyendas. Las Iglesias Griega y Latina celebran la fiesta del profeta Habacuc el 15 de enero.[2]

Contenido[]

El libro consta de tres capítulos y se divide claramente en tres géneros diferentes:

  1. Una discusión entre Dios y Habacuc.
  2. Un oráculo de la aflicción.
  3. Un Salmo.

El tema principal de Habacuc trata sobre el crecer de una fe perpleja y débil a una fe de confianza absoluta en Dios. Habacuc escribe sus preocupaciones por el hecho de que Dios usará el imperio babilónico para ejecutar juicio sobre Judá por sus pecados. Habacuc es el único entre los profetas que cuestiona abiertamente la sabiduría de Dios.

En la primera parte del primer capítulo, el profeta ve la injusticia entre su pueblo y le pregunta a Dios por qué no toma medidas. En la parte central del capítulo 1, Dios explica que enviará los caldeos para castigar a su pueblo. Una de las «Dieciocho Enmiendas a las Escrituras Hebreas» aparece en Habacuc 1:12; de acuerdo con los escribas judíos profesionales, los soferim, el texto de 1:12 fue cambiado de «Tú [Dios] no mueres» a «No moriremos». En la parte final del primer capítulo, el profeta expresa consternación por la elección de Dios del instrumento para el juicio.

En el capítulo 2, se espera la respuesta de Dios a su desafío. Dios explica que Él también juzgará a los caldeos, y mucho más duramente.

Por último, en el capítulo 3, Habacuc expresa su fe última en Dios, incluso si él no entiende completamente.

Contexto histórico[]

No se sabe cuando Habacuc vivió y predicó, pero la referencia al ascenso y el avance de los caldeos en Habacuc 1:6-11 lo ubica entre mediados y finales del siglo VII a. C.Un período posible podría ser durante el reinado de Joacim, entre los años 609– 598 a. C. El fundamento de esta fecha es que durante su reinado los babilonios estaban creciendo en poder. Los babilonios marcharon contra Jerusalén en 598 a. C. Joacim murió mientras que los babilonios marchaban hacia Jerusalén y su hijo de 18 años de edad, Joaquín, asumió el trono. A la llegada de los babilonios, Joaquín y sus asesores rindieron Jerusalén después de un corto tiempo.

Con la transición de los gobernantes, la juventud y la falta de experiencia de Joaquín no fueron capaces de enfrentarse a las fuerzas caldeas. Hay un sentido de un conocimiento íntimo de la brutalidad de Babilonia en Habacuc 1:12-17.

Influencia[]

El libro de Habacuc es aceptado como canónico por los judíos y por los cristianos. Un comentario sobre los dos primeros capítulos del libro se encontró entre los Rollos del Mar Muerto en Qumrán.

Los pasajes de Habacuc son citados por los autores del Nuevo Testamento, y su mensaje ha inspirado a escritores modernos de himnos cristianos.

Influencia en Judaísmo[]

El libro de Habacuc es el octavo libro de los Doce Profetas de la Biblia hebrea y esta colección aparece en todas las copias de la Septuaginta, la traducción al griego antiguo de la Biblia hebrea completada en el año 132 a. C. Del mismo modo, el libro del Sirácida (Eclesiástico), también escrito en el siglo II a. C., menciona a «los Doce Profetas».

Una copia parcial del propio Habacuc está incluido en el Comentario de Habacuc, un pesher encontrado entre los siete manuscritos del Mar Muerto originales descubiertos en 1947. El comentario contiene una copia de los dos primeros capítulos de Habacuc, pero no del tercer capítulo. El escritor del pesher traza una comparación entre la invasión babilónica del texto original y la amenaza romana del propio período del escritor. Lo que es aún más importante es que el comentario en el pesher cita el texto del propio Habacuc.

Las divergencias entre el texto hebreo del rollo y el texto masorético estándar son sorprendentemente mínimas. Las mayores diferencias son el orden de palabras, las pequeñas variaciones gramaticales, adición u omisión de conjunciones, y las variaciones de ortografía, pero estos son lo suficientemente pequeñas para no dañar el significado del texto.

Algunos estudiosos sugieren que el capítulo 3 puede ser una adición independiente posterior en el libro, en parte porque no se incluye entre los Rollos del Mar Muerto. Sin embargo, en este capítulo aparece en todas las copias de la Septuaginta, así como en los textos desde tan temprano como el siglo III a. C. Este último capítulo es una alabanza poética de Dios, y tiene algunas similitudes con los textos que se encuentran en el libro de Daniel. Sin embargo, el hecho de que el tercer capítulo está escrito en un estilo diferente, como una pieza litúrgica, no necesariamente significa que Habacuc no fue también su autor. Su omisión en los Rollos del Mar Muerto se atribuye a la incapacidad de la secta de Qumrán para encajar la teología de Habacuc, con su propio punto de vista cerrado.

Influencia en el cristianismo[]

De los tres capítulos del libro, los dos primeros son un diálogo entre Yavé y el profeta. El mensaje central, que «el justo vivirá por su fe» (2:4), juega un papel importante en el pensamiento cristiano. Se utiliza en la epístola a los Romanos 1:17, epístola a los Gálatas 3:11 y la epístola a los Hebreos 10:38 como punto de partida del concepto de fe.

La segunda mitad de Habacuc 2:4 es citada por algunos de los primeros escritores cristianos. Aunque este pasaje consta de solamente tres palabras en el original hebreo, es citado tres veces en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo cita este verso dos veces en sus epístolas: en Romanos 1:17 y nuevamente en Gálatas 3:11. De este modo, Pablo amplía el concepto original de Habacuc de una vida recta en la actualidad a una vida futura. El mismo verso es citado en Hebreos 10:37-38, donde la visión de Habacuc está vinculada a Cristo y se utiliza para consolar a la Iglesia durante un período de persecución. Estas tres epístolas son consideradas como «los tres grandes libros doctrinales del Nuevo Testamento», y la declaración de Habacuc acerca de la fe constituye la columna vertebral de cada libro.

Los himnos cristianos modernos se han inspirado en las palabras del profeta Habacuc. El himno cristiano El Señor está en Su Santo Templo, escrito en 1900 por William J. Kirkpatrick, se basa en Habacuc 2:20. El cuarto verso del himno de William Cowper A veces una luz sorprende, escrito en 1779, cita a Habacuc 3:17-18.[1]

Enseñanzas proféticas[]

La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares a ella. Ellas forman parte del mensaje común que se les encargó a los antiguos profetas que transmitieran al pueblo elegido de Dios.

Como los otros profetas, Habacuc es el adalid del monoteísmo ético. Para él, como para ellos, solamente Yavé es el Dios vivo (2, 18-20); Él es el eterno y santo (1, 12), el sumo Gobernante del universo (1, 6.17; 2, 5 ss.; 3, 2-16), cuya Palabra no puede fallar en lograr su efecto (2, 3), y cuya gloria será reconocida por todas las naciones (2, 14).

A sus ojos, como a los de los otros profetas, Israel es el pueblo escogido por Dios cuya perversidad Él debe visitar con una señal de castigo (1, 2-4). El pueblo especial, a quienes Habacuc tenía la propia misión de anunciar a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Yahveh, eran los caldeos, que derrocarán todo, incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (1,6 ss.). Ciertamente, en ese tiempo ésta fue una increíble predicción (1, 5), porque ¿acaso no era Judá el reino de Dios y los caldeos un poder terrenal caracterizado por su presuntuoso orgullo y tiranía? ¿No era por lo tanto Judá la "justa" para ser salvada, y los caldeos verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el dístico (2, 4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro.

Su forma profética anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales en medio de las cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la Providencia de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva dentro de sí los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto,que Habacuc aplica el oráculo no solamente a los caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán asimismo reducidas a la nada (2, 5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar" (2, 15). Es debido a este contenido mesiánico verdadero, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (2, 4b) repetidamente se trata en los escritos del Nuevo Testamento (Rm. 1,17; Gl. 3,11; Hb. 10,38) como que se verifica en la condición interna de los creyentes de la Nueva Ley.[2]

Referencias[]

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